Tras Ninfeas y Almas de violeta, Juan Ramón Jiménez da a la estampa un nuevo libro bajo el título de Rimas. Se trata sin duda de un libro primerizo, construido todavía con abundancia de materiales ajenos, en el que se advierte «una mezcla de influjos varios y no siempre bien asimilados», cosa totalmente natural en un aprendiz de poeta. Con Rimas el poeta de Moguer pretende cerrar un período inicial de su escritura, que él mismo llamó «de titubeo». Pero, con independencia de lo que Rimas cierre, no debemos olvidar todo lo que abre, que no es poco. El influjo del Juan Ramón Jiménez de los «borradores silvestres» sobre los poetas de su tiempo fue casi tan extenso como el del autor de la «poesía desnuda», aunque no tan afortunado —pensemos, por ejemplo, en Gregorio Martínez Sierra—. Hasta en esa combinación de errores e impecables aciertos Rimas es, más que el último libro de un período, el que inicia la ambiciosa «obra en marcha» de uno de los más originales, intensos e influyentes poetas de nuestro siglo. La primera edición de Rimas apareció en Madrid con pie de imprenta de 1902 (aunque es muy posible que el libro no viera la luz hasta principios de 1903), cuando el poeta no había cumplido todavía los veintiún años.