José Joaquín de Mora o la inconstancia

Periodismo, política y literatura

La figura y la obra de José Joaquín de Mora (Cádiz, 1783-Madrid, 1864) constituyen un buen ejemplo de la cultura literaria de los exilios liberales de la primera mitad del XIX. Se le ha tenido, equivocadamente, por un espíritu de la ilustración, entre el neoclasicismo y el romanticismo, como ecléctico o como un converso romántico. Sus Leyendas españolas, como la mayor parte del resto de su vasta producción, siempre entre la literatura, la crítica y el periodismo, lo dibujan como un escritor paradójico y brillante, batallador, descontento y de ideas contradictorias. Buscó en el nuevo mundo la libertad y la democracia, y allí contribuyó a la ilustración y al desarrollo de aquellos países, de los que salió de mala manera tras el derrumbamiento de los regímenes liberales. De regreso a una España entregada al moderantismo y apenas recuperada de la guerra civil, pasó a formar parte de aquel poder que tanto había execrado, fue elegido académico de la RAE en 1848, y participó en la vida política, aunque su liberalismo era ya muy diverso al de las nuevas generaciones. De él escribió Valera que «en proporción de su fecunda labor y de su mucho saber e ingenio, bien puede afirmarse que la fortuna le favoreció poco y que son inferiores a su valor la fama, la popularidad y el provecho».

José Joaquín de Mora o la inconstancia

Periodismo, política y literatura
2018
402
14 x 21 x 2 cm
Tapa blanda
978-84-9895-197-4
20,00 €
La figura y la obra de José Joaquín de Mora (Cádiz, 1783-Madrid, 1864) constituyen un buen ejemplo de la cultura literaria de los exilios liberales de la primera mitad del XIX. Se le ha tenido, equivocadamente, por un espíritu de la ilustración, entre el neoclasicismo y el romanticismo, como ecléctico...

La figura y la obra de José Joaquín de Mora (Cádiz, 1783-Madrid, 1864) constituyen un buen ejemplo de la cultura literaria de los exilios liberales de la primera mitad del XIX. Se le ha tenido, equivocadamente, por un espíritu de la ilustración, entre el neoclasicismo y el romanticismo, como ecléctico o como un converso romántico. Sus Leyendas españolas, como la mayor parte del resto de su vasta producción, siempre entre la literatura, la crítica y el periodismo, lo dibujan como un escritor paradójico y brillante, batallador, descontento y de ideas contradictorias. Buscó en el nuevo mundo la libertad y la democracia, y allí contribuyó a la ilustración y al desarrollo de aquellos países, de los que salió de mala manera tras el derrumbamiento de los regímenes liberales. De regreso a una España entregada al moderantismo y apenas recuperada de la guerra civil, pasó a formar parte de aquel poder que tanto había execrado, fue elegido académico de la RAE en 1848, y participó en la vida política, aunque su liberalismo era ya muy diverso al de las nuevas generaciones. De él escribió Valera que «en proporción de su fecunda labor y de su mucho saber e ingenio, bien puede afirmarse que la fortuna le favoreció poco y que son inferiores a su valor la fama, la popularidad y el provecho».

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