La primera edición de La Nardo se publicó en Madrid en 1930 por la editorial Ulises, que había fundado Julio Gómez de la Serna. Ramón comenzó a escribir La Nardo en Paris, en un pequeño estudio del Impasse du Rouet. El manuscrito de la novela comenzado en París y continuado en la primavera de Madrid, fue enviado a su editor (su hermano Julio) desde Buenos Aires, donde se hallaba pasando una temporada. Una vez en imprenta el original, el autor pidió las primeras pruebas e hizo bastantes añadidos y correcciones, dice Julio Gómez de la Serna: «Sentía como nunca un acuciante afán por La Nardo».  Salió a las librerías y la crítica le fue favorable. La Nardo, como dice su autor, «es hija de la luz de Madrid», una hembra de rompe y rasga, una mujer de bandera, una hembra de tronío. No tiene nada que ver con la cocotte parisién, inteligente, calculadora y cosmopolita. La Nardo es poco interesada y su universo es Madrid. Es una arrabalera apasionada, que posee una agudeza y un gracejo innatos. Cuenta, sobre todo, con su belleza y su atractivo, que son la esencia de su encanto. Es una pasional, que no se somete a su destino, sino que lo crea. Es una anarquista del amor.

La Nardo

Prólogo de Andrés Neuman
2007
130
16 x 22 x 1 cm
Tapa dura
978-84-7522-030-7
16,00 €
La primera edición de La Nardo se publicó en Madrid en 1930 por la editorial Ulises, que había fundado Julio Gómez de la Serna. Ramón comenzó a escribir La Nardo en Paris, en un pequeño estudio del Impasse du Rouet. El manuscrito de la novela comenzado en París y continuado...

La primera edición de La Nardo se publicó en Madrid en 1930 por la editorial Ulises, que había fundado Julio Gómez de la Serna. Ramón comenzó a escribir La Nardo en Paris, en un pequeño estudio del Impasse du Rouet. El manuscrito de la novela comenzado en París y continuado en la primavera de Madrid, fue enviado a su editor (su hermano Julio) desde Buenos Aires, donde se hallaba pasando una temporada. Una vez en imprenta el original, el autor pidió las primeras pruebas e hizo bastantes añadidos y correcciones, dice Julio Gómez de la Serna: «Sentía como nunca un acuciante afán por La Nardo».  Salió a las librerías y la crítica le fue favorable. La Nardo, como dice su autor, «es hija de la luz de Madrid», una hembra de rompe y rasga, una mujer de bandera, una hembra de tronío. No tiene nada que ver con la cocotte parisién, inteligente, calculadora y cosmopolita. La Nardo es poco interesada y su universo es Madrid. Es una arrabalera apasionada, que posee una agudeza y un gracejo innatos. Cuenta, sobre todo, con su belleza y su atractivo, que son la esencia de su encanto. Es una pasional, que no se somete a su destino, sino que lo crea. Es una anarquista del amor.

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