La peste escarlata

Jack London nació en San Francisco en 1876. Inauguró el siglo XX como uno de los escritores más célebres del momento gracias a títulos emblemáticos como Colmillo blanco. Proveniente de una familia sin recursos, antes de autor de éxito fue pescador de salmón, recolector de ostras furtivo, estibador, marinero, cazador de focas, buscador de oro y vagabundo, profesiones que eligió por vocación y vivió con absoluta devoción. Entre sus aventuras se cuenta la de atravesar su país sin pagar un solo billete de tren, escondido entre sus vagones o asido al fuselaje. Sus extraordinarias vivencias quedaron inmortalizadas en las historias de sus libros. En el hipotético futuro del año 2073, James Howard Smith, un antiguo profesor de literatura inglesa, es uno de los pocos que recuerdan las grandezas de una civilización desaparecida tras la irrupción de la peste escarlata. Sus nietos, todo un catálogo de auténticos bárbaros, escuchan la historia de su abuelo que, con un lenguaje simple, descriptivo y directo, les relata los años de su juventud en el peor de los escenarios posibles: una situación apocalíptica donde la comunidad científica no dispone del tiempo necesario para encontrar el antídoto que frene la expansión de la peste. Se trata de una novela breve, pero de un realismo brutal, que exhibe la rapidez con que la aparición repentina de un diminuto e invisible germen puede barrer civilizaciones enteras. London ofrece un planteamiento visionario quizás más atinado que otros maestros del género, como Huxley o Bradbury, ya que aquí es la naturaleza la que derrota a la ciencia, y no al revés. Derrotada la ciencia, la humanidad se ve abocada a un trágico final que la deja al borde de la extinción: la estructura social desaparece y, sin las reglas de la civilización, el ser humano se transforma en un ser primitivo que debe una estricta obediencia a las leyes de la naturaleza.

La peste escarlata

Traducción y prólogo de Jesús Isaías Gómez López
2021
132
14 x 21,5 x 0,8 cm
Tapa blanda
978-84-9895-602-3
16,00 €
Jack London nació en San Francisco en 1876. Inauguró el siglo XX como uno de los escritores más célebres del momento gracias a títulos emblemáticos como Colmillo blanco. Proveniente de una familia sin recursos, antes de autor de éxito fue pescador de salmón, recolector de ostras furtivo, estibador, marinero, cazador de...
Jack London nació en San Francisco en 1876. Inauguró el siglo XX como uno de los escritores más célebres del momento gracias a títulos emblemáticos como Colmillo blanco. Proveniente de una familia sin recursos, antes de autor de éxito fue pescador de salmón, recolector de ostras furtivo, estibador, marinero, cazador de focas, buscador de oro y vagabundo, profesiones que eligió por vocación y vivió con absoluta devoción. Entre sus aventuras se cuenta la de atravesar su país sin pagar un solo billete de tren, escondido entre sus vagones o asido al fuselaje. Sus extraordinarias vivencias quedaron inmortalizadas en las historias de sus libros. En el hipotético futuro del año 2073, James Howard Smith, un antiguo profesor de literatura inglesa, es uno de los pocos que recuerdan las grandezas de una civilización desaparecida tras la irrupción de la peste escarlata. Sus nietos, todo un catálogo de auténticos bárbaros, escuchan la historia de su abuelo que, con un lenguaje simple, descriptivo y directo, les relata los años de su juventud en el peor de los escenarios posibles: una situación apocalíptica donde la comunidad científica no dispone del tiempo necesario para encontrar el antídoto que frene la expansión de la peste. Se trata de una novela breve, pero de un realismo brutal, que exhibe la rapidez con que la aparición repentina de un diminuto e invisible germen puede barrer civilizaciones enteras. London ofrece un planteamiento visionario quizás más atinado que otros maestros del género, como Huxley o Bradbury, ya que aquí es la naturaleza la que derrota a la ciencia, y no al revés. Derrotada la ciencia, la humanidad se ve abocada a un trágico final que la deja al borde de la extinción: la estructura social desaparece y, sin las reglas de la civilización, el ser humano se transforma en un ser primitivo que debe una estricta obediencia a las leyes de la naturaleza.
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