Piedra y cielo

(1917-1918)

Tras Eternidades, Piedra y cielo (así como en el resto de los libros publicados en estos años, así como en aquellos otros que no alcanzaron la imprenta en vida del poeta) se inscriben en una línea muy próxima a la descrita. Y de todos ellos en conjunto, vistos desde la atalaya de la Segunda antología poética, se puede afirmar que, por encima de las exigencias estéticas y de los desnudamientos formales (tantas veces señalados por la crítica), responden a una exigencia ética que podríamos formular, a la manera de los aforismos que el poeta prodiga en este momento, de la siguiente manera: «existir es una continua creación, un permanente ir dando vida al infinito en las cosas, y en las palabras, mientras se muere»; el hombre es «piedra» que aspira, en su durar, gracias al don de la palabra, a hacerse «cielo».

Piedra y cielo

(1917-1918)

Prólogo de Miguel Casado

Texto preparado por José Ramón González

2008
200
13 x 19,5 x 1,8 cm
Tapa blanda
978-84-7522-671-2
14,00 €
Tras Eternidades, Piedra y cielo (así como en el resto de los libros publicados en estos años, así como en aquellos otros que no alcanzaron la imprenta en vida del poeta) se inscriben en una línea muy próxima a la descrita. Y de todos ellos en conjunto, vistos desde la...

Tras Eternidades, Piedra y cielo (así como en el resto de los libros publicados en estos años, así como en aquellos otros que no alcanzaron la imprenta en vida del poeta) se inscriben en una línea muy próxima a la descrita. Y de todos ellos en conjunto, vistos desde la atalaya de la Segunda antología poética, se puede afirmar que, por encima de las exigencias estéticas y de los desnudamientos formales (tantas veces señalados por la crítica), responden a una exigencia ética que podríamos formular, a la manera de los aforismos que el poeta prodiga en este momento, de la siguiente manera: «existir es una continua creación, un permanente ir dando vida al infinito en las cosas, y en las palabras, mientras se muere»; el hombre es «piedra» que aspira, en su durar, gracias al don de la palabra, a hacerse «cielo».

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